Este fin de semana he hecho mi primera salida de Oslo (y probablemente la única que haga) en lo que va de curso. El destino ha sido Stavanger, a donde íbamos con el objetivo de ver el Preikestolen, un precipicio de 600 metros de altura desde donde se ve gran parte del Lysefjorden.
Fuimos el sábado en avión, sobre las 8:30 de la mañana desde el aeropuerto de Gardermoen. Al llegar al aeropuerto de Stavanger recogimos un coche que habíamos alquilado y nos dirigimos al hostal en el que nos íbamos a hospedar. Nos costó encontrarlo, y cuando lo hicimos nos dijeron que no podíamos hacer el check-in hasta las 3 de la tarde, por lo que fuimos directamente al Preikestolen para no perder tiempo.
No es tan fácil como llegar y ya está. Para llegar a ese sitio hay que recorrer 4 km de rocas y montañas, que la gente de por aquí se los recorrerán como si nada (ya me imagino a las señoras noruegas cogidas del brazo y contándose cotilleos mientras hacen la ruta), pero para nosotros fue bastante costoso.
El camino empezaba bastante suave, para lo que esperaba después. Había barro y algunos charcos, ya que había llovido hacía poco tiempo, pero no era nada importante. De vez en cuando, tras una buena subida, tocaba un rato andando en llano, lo cual se agradecía. Después de una de éstas, vino una de las subidas más jodidas, con bastante inclinación y sólo rocas, rocas y más rocas, unas encajadas con otras y que había que subirlas casi escalando (exagero un poco, no os creáis tanto). Cada poco tiempo venía bien un descanso, pero sin pasarse, que cuando te acomodas ya no hay quien te mueva, así que emprendíamos la marcha al poco. Después de esta subida, la cosa se hacía más llevadera, ya que conforme andabas se iba viendo parte del paisaje y te animaba a seguir imaginándote las vistas que habría desde allí. Y bueno, después de un camino duro que nos quitó unas 3 horas o más, al fin llegamos a nuestro objetivo. Aquí os dejo algunas fotos, para los que no las hayáis visto.
Y ésta es una coña que tuvimos, nos encontramos esa roca entre dos más grandes, que parecía una imitación de otro lugar también de esta zona.
Aquí la original, con una oveja incluida como regalo.
La vuelta se hizo más corta que la ida, pero aún así fue más jodida. Llovía a ratos y, aunque levemente, esto hacía que las rocas estuvieran resbaladizas, y prueba de ello es que me caí un par de veces y unas cuantas veces más estuve a punto.
Ya al margen de todo esto, apenas queda mes y medio para volver. Pero no me preocupa que se me pueda hacer largo, de hecho estoy seguro de que pasará al contrario, porque tenemos continuamente tareas para entregar, ya sea de aquí o de las asignaturas que estoy cursando a distancia, y siempre se echa el tiempo encima. El proyecto ya está muy encaminado, la aplicación en la que estaba trabajando está casi terminada, salvo cuatro pijotadas que siempre se nos ocurren para añadirle, pero el objetivo está más o menos alcanzado, por lo que ya va habiendo más tranquilidad.